miércoles, 8 de julio de 2015

"MARERO", DE JOSÉ LUIS MUÑOZ

Por Jerónimo García Tomás


Marero podría considerarse un compendio o repaso del conjunto de la obra de su autor, ya que los 19 relatos que conforman el libro se mueven entre todos los géneros en los que José Luis Muñoz ha destacado a lo largo de una carrera de escritor que abarca ya tres décadas. Todos los géneros y todas las obsesiones de un narrador curtido, habituado a encontrar siempre el tono y la voz adecuada a cada historia y capaz de manejarse con idéntica eficacia en diferentes registros.

En el relato que abre el libro y le da título, un joven periodista logra llegar hasta el hiperviolento y psicopático líder de una mara con el fin de entrevistarlo. En el marero Aníbal Ribera, alias El Diablo, vemos representado el horror en su aspecto más frío e impersonal. El Diablo admite matar porque “No sé hacer otra cosa. Dios me quiso asesino y yo cumplo su designio”. La aceptación de la barbarie rige la psicología de un personaje que Muñoz dibuja magníficamente a través de un diálogo directo y preciso, tomando la acertada opción de narrar desde el punto de vista de Raúl Cifuentes, el periodista con el que el lector se identifica, testigo y descubridor de un horror que se revelará aún mayor de lo que esperaba. A través del ingenuo Cifuentes, José Luis Muñoz hace al lector bajar a los infiernos en los que tan bien sabe conjugar el deterioro ambiental con el humano, a “los ambientes marginales de Guatemala City, sus peores barrios, aquellos por los que nunca iría con su hermana o novia, si las tuviera, las zonas de los desahuciados de la vida que somatizaban las cicatrices de su alma en sus cuerpos escritos a punta de punzón”. Cifuentes atraviesa un camino tortuoso para llegar a un corazón de las tinieblas como el de Conrad. Y como Marlow frente a Kurtz, se hallará ante una expresión en carne y hueso del horror absoluto. Y ante el monstruo que lo obliga a no apartar la mirada (“Míreme. Usted puede mirarme. Tiene que mirarme para escribir un diario sobre mí.”), el periodista tan sólo podrá esperar que la voluntad caprichosa del marero no disponga para él un destino inminente.

El siguiente relato, Beso de amigo, es una historia de pasión fatal entre un actor de teatro y un decadente y maduro dramaturgo en la que se conjugan humor negro y crimen. En Calle cortada, el mismo narrador describe su situación como “kafkiana, muy propia de mi amigo Julio Cortázar”, frase que bien puede definir un relato en el que el protagonista queda encerrado en su casa debido a las obras que han cortado la calle en la que vive. Una historia sobre el individuo aislado y alienado en una sociedad que se ha olvidado de él y en la que ya no cuenta con asideros a los que agarrarse.   

Aún más absurda es la situación presentada en el divertidísimo Fumadores clandestinos, ambientado en una Barcelona (¿Futura? ¿Paralela?) en la que el fumar tabaco está tan perseguido y castigado como si de una actividad subversiva en una dictadura se tratara. Lo más hilarante del cuento, y su mayor acierto, son precisamente los paralelismos que el autor establece entre tabaco y política y tabaco y sexo, como en el pasaje en que el protagonista ha de adentrarse en el barrio Chino y subir al cuarto de una prostituta para que esta le dé de fumar. Cristal en la mandíbula es uno de los relatos del libro que más entra en el terreno del género negro y parece una relectura en clave moderna de la clásica situación del combate de boxeo amañado. Muñoz demuestra ser un narrador sumamente eficaz en el momento de describir la acción de la pelea: “Bailó con cierto garbo en el primer asalto, paró sus primeros golpes de tanteo, intentó una incursión por el flanco derecho que se saldó con un formidable puñetazo que Merengue conectó a su zona lumbar y en el segundo asalto se mantuvo a la defensiva,…”.

Revoloteos tiene la originalidad de estar contado desde el punto de vista de una mosca. El lector entiende lo que sucede a partir de datos que para el insecto tienen un significado muy distinto. Lo irónico y lo escatológico se dan la mano en una combinación tan insólita como sorprendente. En Oscuro despertar, escrito en segunda persona del singular, la voz narrativa parece ayudar al personaje a rellenar los agujeros de una noche etílica. Acaba de despertar junto a una hermosa mujer y en medio de la resaca y el sopor trata de dar con un hilo argumental que desemboque en su momento actual. Aromas mortales es un cuento humorístico muy breve que parodia el género del relato enigma usando como protagonistas a dos de sus más populares representantes, Holmes y Watson.

También hay una suerte de parodia del género en El caso del violador recalcitrante. Un detective de policía debe investigar una serie de crímenes atroces en los que el arma homicida no es otra que el enorme pene del homicida. El relato se sitúa, al igual que Fumadores clandestinos, en un incierto futuro tristemente parecido a nuestro presente. Ambientación futurista que el autor de Barcelona negra vuelve a utilizar para ofrecernos su visión fatalista de la sociedad y de las relaciones entre sus habitantes, en especial de las relaciones de pareja. En el futuro de Muñoz, “los límites de contaminación estaban rozando la rayita de alarma que nos aconsejaba utilizar las mascarillas y las bombonas portátiles de oxígeno”. Contaminación que ha llevado a una crisis en los índices de natalidad que “obligaba a los matrimonios a acudir al Banco Nacional de Semen en busca del esperma adecuado”. En este mismo mundo en que el sexo ha perdido su función primigenia, el uso del descomunal órgano masculino como herramienta de placer-destrucción tiene un poder de fascinación para las mujeres que roza el masoquismo de tendencias suicidas.

Del mismo modo, La última corrida juega con el binomio sexo-muerte sugerido por el doble sentido del título. Un torero sale a la plaza después de tener una intensa experiencia sexual con una fan que lo estará admirando desde las gradas. En los pasajes de la corrida de toros, Muñoz vuelve a demostrar sus dotes narrativas y descriptivas:
La bestia estaba cansada y una espesa baba colgaba de su morro, que exhalaba su agrio aire. La sangre de las heridas le corría patas abajo y todo su cuerpo era como una desordenada bandera libertaria brillando al sol de la arena. Los pares de banderillas ya no estaban enhiestos, sino que se habían tumbado por los costados entre capotazos y carreras. Miró al hombre que se acercaba con la capa roja y se aproximó a él forzando una corta carrerilla”.

Con Sed negra regresamos al escenario distópico de una Cataluña futurista, ahora mucho más trágico y avanzado en su proceso de decadencia. El retrato postapocalítico que Muñoz nos presenta aquí nos retrotrae a las películas de Mad Max para contarnos una historia pequeña que sirve para dibujar todo un cuadro de barbarie y desesperación. En Vuelo a Orly, sueño y realidad se confunden; o dos realidades paralelas se entrecruzan a la manera en que lo hacen en determinados cuentos de Cortázar. El partido de Haití es un relato de corte fantástico-humorístico en el que el Fútbol Club Barcelona viaja a Haití para jugar un partido amistoso contra el equipo local y descubre lo sorprendentemente peligroso que puede ser infravalorar a un rival. En Última cena en Sofia, otro relato negro y violento no exento de comicidad, un escritor viaja a la ciudad búlgara para visitar a una fan que ha conocido a través de facebook. El viaje tendrá imprevisibles consecuencias.

Fase terminal, otro de los más negros, narra una terrible venganza. El protagonista, Tony Durán, es un expolicía que ha montado un bar tras abandonar el cuerpo. La voz en primera persona cobra un sentido específico conforme avanza la narración y es usada con maestría por Muñoz para meternos en la piel de un personaje por el que hemos de sufrir y de sentir repugnancia al mismo tiempo. Descubrimos quién y cómo es realmente Durán a través de los diálogos de otros personajes, ya que el propio narrador está demasiado pagado de sí mismo como para presentar al lector su cruda verdad, lo que supone un acierto técnico.

José Luis Muñoz
La esclava y Robinsón son dos relatos eróticos que fueron publicados en los años noventa en Penthouse. Ambos giran en torno a relaciones de sometimiento y abuso de poder. El primero toca el tema de la esclavitud en la Norteamérica del XIX y el segundo es una suerte de revisión de la figura de Robinson Crusoe. El último inquilino, el más extenso y uno de los mejCalle cortada para narrar una historia que remite al relato fantástico decimonónico. En ella, un escritor hispano-ruso se traslada a un viejo edificio de Barcelona para descubrir que el piso en el que ahora habita esconde una truculenta historia relacionada con su anterior inquilino. Muñoz maneja con precisión el aumento del suspense, controlando en todo momento el ritmo de un relato que resulta tan inquietante como absorbente.
ores del libro, regresa en cierto modo al universo kafkiano y opresivo de


En su totalidad, Marero presenta un conjunto variado y rico que sin embargo no carece de coherencia, ya que ninguno de los relatos desentona ni resulta prescindible. Con su mezcolanza de géneros y estilos, el libro supone, para aquellos ya introducidos en la obra del autor, una ocasión de volver a disfrutar de todas sus vertientes. Y para aquellos que aún no la conozcan, una buena manera de acercarse a ella.