sábado, 7 de junio de 2014

ALEJANDRO ZAMBRA







Encumbrado por la crítica como “el sucesor” de Bolaño, el narrador chileno se afianza como uno de las grandes promesas y revelaciones de la nueva literatura hispanoamericana.

 Desde que en 2006 Anagrama publicara en España Bonsái, una novela corta que alcanzó en muy poco tiempo un gran reconocimiento por parte de la crítica y los lectores, Alejandro Zambra ha protagonizado un meteórico ascenso hasta erigirse en uno de los escritores que, en cierto modo,  marcan el tono y el rumbo de la nueva literatura en lengua española.

Zambra nació en Santiago de Chile en 1975, es decir, dos años después del sangriento golpe de Estado que acabó con el gobierno de Allende... y con la vida de decenas de miles de chilenos. Su infancia y su juventud transcurrieron, por tanto, a “la sombra” de la dictadura de Pinochet, en el marco de aquel régimen de terror e ignominia que buena parte de la burguesía aplaudía porque “había orden y los negocios iban bien”.
Estudió literatura hispánica en la Universidad de Chile. A los 20 años ya vivía de forma independiente y, además de estudiar, trabajaba: contestando teléfonos, en bibliotecas, como cartero, de junior... En esta época ya se consideraba poeta, como tantos jóvenes chilenos enamorados de la gran musa de Chile: la poesía. “Entrar a literatura -dice Zambra- fue muy hippie. Era una cosa maravillosa, todo el mundo tomando y fumando marihuana. Después vi que no era tan así: a mucha gente no le gustaba tanto la carrera”.
Tras licenciarse en 1997 consiguió una beca en Madrid. En España obtendría un máster en filología hispánica por el CSIC, se casaría  y se separaría al poco tiempo.
Al regresar a Chile, se fue a vivir a una pieza de doce metros cuadrados en la calle Dardignac, “donde lo único que tenía era un gato, una silla de ruedas antigua, una cama y una pila de libros”.
Zambra, como Bolaño, empezó su carrera literaria como poeta. Su primer poemario, Bahía inútil, apareció en 1998. El segundo, Mudanza, se publicó en Chile en 2003, en Quid Ediciones; acaba de aparecer en España la primera edición de este libro, publicado por Contrabando, con prólogo de Raúl Zurita. Ahi el autor chileno reconoce que “en más de un sentido, las novelas que luego publiqué son réplicas, ecos o traducciones de algunas imágenes que aparecieron en Mudanza por primera vez”.
En 2006 la editorial Anagrama daba a la luz su primera novela, Bonsái, que rápidamente se convirtió en un éxito, tanto de crítica (en Chile ganó varios premios) como de público. Ha sido traducida a varios idiomas y adaptada al cine en una película que fue presentada en el Festival de Cannes del año 2011. Sobre Bonsai, Junot Díaz ha dejado escrito en el New York Times: “Un relato estremecedor, sutil y, en última instancia, desgarrador, de una historia de amor en Chile entre esa clase de jóvenes listillos que en la cama hablan de la importancia de Proust. Y al lector ya se le pone la carne de gallina con esa terrible frase el comienzo: “Al final ella muere y él se queda sólo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella”. Pero sólo leyendo hasta el final podrá capturar el espectral espíritu del relato. Un verdadero directo a la mandíbula”.
Respondiendo en una ocasión a a una pregunta sobre Proust, Zambra dijo: “Nunca he sentido una influencia estilística verdaderamente determinante, salvo al principio, a los 15 años, cuando leí los poemas breves de Pound. Escribí, en ese tiempo, un libro titulado Hamartía, que era una colección de imágenes sobre especies de errores, o instantes contradictorios. Creo que no eran muy buenos, pero sí tengo conciencia de haber imitado el estilo de esos poemas de Pound, y de esa escuela heredé un deseo de precisión. Luego, al leer a Proust, no pasó por mi cabeza escribir así. Pero disfruto mucho esas lecturas”.
En Bonsái, Zambra ya parece haber optado por un estilo marcado por la sencillez y la precisión, pero una sencillez y una precisión muy trabajadas y complejas, una economía de medios que debe mucho al trabajo de síntesis poético, y que da pie a una prosa levemente distante y muy elegante, como si autor fuera un observador descreído y, a la vez, hipnóticamente interesado en captar la esencia de lo que describe. Y todo ello regado con finas dosis de ironía, una ironía que no tiene aristas despectivas sino mucho de cautelosa compasión.
Tras el éxito de Bonsái, Zambra publicó (también en Anagrama) otras dos novelas: La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011), que le han consolidado como uno de los narradores más atractivos e interesantes de la nueva “hornada” hispanoamericana, y que le han hecho merecedor de múltiples premios, en Chile, en España, en Francia o Inglaterra. En la segunda (Formas de volver a casa) Zambra habla de la generación de quienes, como dice el narrador, “aprendían a leer o a dibujar mientras sus padres se convertían en cómplices o víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet” (en breve, de su propia generación). Zambra muestra el Chile de mediados de los años ochenta a partir de la vida de un niño de nueve años, apuntando a la necesidad de “una literatura de los hijos”, de una mirada que haga frente a las fraudulentas o incompletas “versiones oficiales” que generan el poder y los media. Pero no se trata sólo de un freudiano “matar al padre” sino también de entender realmente lo que sucedía en esos años. Por eso la novela desnuda su propia construcción, a través de un diario en que el escritor registra sus dudas, sus propósitos y también cómo influye, en su trabajo, la inquietante presencia de una mujer.
Y a comienzos de este año, en enero de 2014, ha dado a la luz un singular libro de relatos: Mis documentos, que en apariencia parece una compilación liviana de textos guardados en el ordenador sin mucha importancia, pero que a la postre resulta un libro compacto, lleno de relatos divertidos o inquietantes, pero siempre “con mucho jugo”. Algunos tienen un sello más autobiográfico (como el inicial, donde afirma que “mi padre era un computador y mi madre una máquina de escribir”, o el escalofriante donde habla de la migraña y el tabaco, en el antípodas de todo ese tipo de relatos cursis y aburridos sobre “dejar de fumar”). Otros (como el que lleva el magnífico título de “El hombre más chileno del mundo”) tienen el ritmo y el tono de los mejores cuentos de Bolaño (al que, sin duda, Zambra no tiene ninguna intención de imitar).
Alejandro Zambra, que en la actualidad enseña literatura en la Universidad Diego Portales, de Santiago de Chile,  es también codirector, junto con Andrés Anwandter, de la revista de poesía Humo, y asimismo ha ejercido (y ejerce a veces) como crítico literario en diversos periódicos y revistas.
En 2010 fue elegido por la revisa británica Granta entre los 22 mejores escritores de lengua española menores de 35 años. El tiempo no ha hecho más que corroborar el acierto de esta elección.

 Artículo de J. Albacete, publicado en la revista Foros XXI.  



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